¡Atención, apilador! Este clásico juego familiar es sinónimo de máxima diversión. Los ladrillos de colores con sus divertidas caras de animales estimulan la imaginación y se pueden agarrar fácilmente por las manos de los niños pequeños. El juego no sólo promueve la motricidad, sino también la habilidad y la concentración de los pequeños arquitectos. Gracias a la superficie libre de fricción, los bloques de construcción se pueden extraer fácilmente y volver a colocar cuidadosamente en la parte superior. Pero ten cuidado: Cuanto más alta es la torre, más temblorosa se vuelve. La dificultad del juego se puede aumentar con los dados, porque entonces sólo se puede mover la pieza con el motivo del animal correspondiente.
Los ladrillos se colocan horizontal y verticalmente uno encima del otro para formar tres ladrillos. Siempre alternando, hasta que todos estén obstruidos. ¿Quién tiene mano firme y se atreve a colocar la primera pieza?
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